domingo, agosto 05, 2007

una historia


El sonido quizás podría pasar desapercibido esa noche, en medio del bosque iluminado por una luna recién naciente, pero para un mago, no son necesarios sus oídos para sentir la magia…
-¿Confías en tu poder?
-si maestro…
-Entonces has que las tinieblas desaparezcan…
-“KilaZka`m…”

En un pequeño claro, el anciano elfo Aldech, Versado mago de la artes arcanas, se sentía satisfecho… su pupilo, El elfo Aldennorian Aldannar, realizaba por primera vez un conjuro de luz con éxito.
-El primer paso es lo que cuenta…, si sigues con esas ganas de estudiar, llegaras muy lejos.
La noche daba paso a una suave brisa, que producía que la platinada barba de Aldech, contrastara diametralmente con los cobrizos cabellos, que poseía Aldannar.
-Maestro… ¿eso quiere decir, que ya soy un mago?
Aldech, que en esos momentos miraba la naciente luna entre los árboles, se giro hacia Aldannar con sabios ojos y compasiva mirada.

- Mi querido pupilo…, esta noche has realizado a la perfección tu primer conjuro, con el tiempo aprenderás muchos mas, quizás no de mi, pero recuerda siempre una cosa, siempre existirá alguien mas poderoso que tu, del cual puedes aprender. Eso te convierte en un eterno aprendiz, así como el guerrero confía en entrenar duro sus artes de la lucha, un buen mago, nunca termina de aprender de las demás personas, y aunque pierdas todo en esta vida, nunca perderás lo más importante, tu inteligencia y habilidad para comprender la naturaleza de la magia arcana.

Ese Invierno, Aldech se veía más cansado que lo habitual, quizás el verlo así fue lo que ayudo a Aldannar a aceptar su muerte, aunque la inteligencia y fuerza de Aldech siempre lo acompañaron, su cuerpo ya a sus avanzados 850 años (lo que era bastante para un elfo), no pudieron contra la leyes naturales de la vida.

De esa manara fue como Aldannar, una vez solo y sin Maestro, dejo la lejana torre de Abaralla, que fue su escuela y hogar, viajando lejos, tomando rumbo a la ciudad de Cleaven, en Anphillia
En esta Ciudad conoció gente de distintas razas, mientras se entrenaba en las artes arcanas, llegando con el tiempo a saber numerosos y muy poderosos conjuros, que antes no hubiese soñado con tener.
Pasaron muchas aventuras, en las cuales, enfrentándose a peligrosos enemigos en tiempos de guerra, pudo finalmente conocer la amistad.

Pasaron 3 años hasta que Aldennorian decidiera volver a la Torre de su maestro. La que estaba tal cual la había dejado…

-Maestro vuelvo a ti, para tomar un rumbo en mi vida… quiero aprender donde aprendiste tu…

Aldannar, que hasta ese entonces, nunca había revisado el diario de su maestro, busco en sus páginas en busca de un nombre o lugar…

“Rhun”, las lejanas tierras al sur, eran un nombre que se repetía a lo largo del documento.

Aldannar, tomo el diario, dejándolo en la misma biblioteca desde donde lo extrajo, y posterior a eso, empaco sus cosas, y se dirigió a la entrada de la torre de Abaralla.

-Maestro, fuiste como un padre para mí, siempre hiciste muchos sacrificios por mí, déjame hoy hacer este último por ti.

Fue así como Aldannar, concentrando todo su poder, y vertiendo sus 3 años de entrenamiento, conjuro todos sus hechizos, creando trampas mágicas permanentes en la torre de su mentor.

-Se que pierdo quizás todo mi poder adquirido hasta el momento,… pero como tu me enseñaste, nunca perderé mi inteligencia, y mientras mantenga mi convicción firme, seguiré aprendiendo… Adiós maestro, Padre y amigo…

Pasaron meses, hasta que Aldannar viajase por mar a Rhun.
El viaje fue largo, pero en la gran ciudad de Rhun, fue bien recibido,
A su llegada se hospedo en la orden de los magos de la ciudad, y desde ese lugar a realizado cortas incursiones a los lugares de las cercanías, buscando siempre la manera de aprender nuevas habilidades.

Tratando de buscar su propio camino a la verdad.

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